Entre la proclamación de Alfonso XIII, celebrada el 17 de mayo de 1902, y la que vivimos este jueves, la de Felipe VI, su bisnieto, han pasado 112 años. Una gran similitud que podría establecerse, a pesar de la distancia que separa una y otra, es la situación de crisis nacional con la que inician sus reinados ambos monarcas y las esperanzas de cambio que suscitan entre los españoles.
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Alfonso XIII en 1902 (Foto Franzen) |
Las diferencias entre las dos ceremonias, por otro lado, no son pocas, empezando por la edad con que la inician de forma efectiva sus reinados (no hay que olvidar que Alfonso XIII fue rey desde su mismo nacimiento por ser hijo póstumo). El peso que tuvo el clero en la entronización de Alfonso XIII está a años luz del que ha tenido en la de Felipe VI (más de 30 prelados fueron invitados a la primera, además de celebrarse un tedeum en San Francisco el Grande tras el juramento del rey), del mismo modo que, y ya entrando en el tema de este artículo, la aristocracia tuvo un papel mucho más preponderante en 1902 que en 2014.
Ya sea porque a comienzos del siglo XX muchos importantes puestos institucionales estaban ocupados por nobles, porque hasta 1931 existían cargos palatinos o porque la relación entre la Familia Real y la aristocracia era más estrecha hace un siglo, en la jornada del jueves la visibilidad de los titulados fue escasa. Es cierto que nobleza ha estado presente de manera oficial a través de la Diputación de la Grandeza en la persona de su presidente, Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart, duque de Híjar y Aliaga. Como anécdota cabe decir que el presidente del Senado, Pío García-Escudero Márquez, invitado a los actos, ostenta el Condado de Badarán (concedido, precisamente, por Alfonso XIII a su bisabuelo, Pío García-Escudero y Ubago).
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Vista del Congreso el día de la proclamación de Alfonso XIII (Foto Antonio Cánovas) |
A la jura de Alfonso XIII como rey de España, aquel 17 de mayo de 1902, acudieron numerosos invitados procedentes de todo el mundo, incluido un nutrido grupo de miembros de familias reales, situación que no se ha dado en el caso de Felipe VI. A cada uno de los príncipes extranjeros venidos a Madrid se le asignó un asistente, oficial del Ejército o titulado sin Grandeza de España, y un Grande de España a su servicio.
Clasificados por delegaciones, los príncipes que se desplazaron hasta la capital del Reino y los aristócratas a los que se les encomendó su acompañamiento fueron los que siguen:
Alemania
Príncipe Alberto de Prusia
Joaquín Fernández de Córdova y Osma, duque de Arión
Austria-Hungría
Archiduque Carlos Esteban
Manuel María González de Castejón y Elio, esposo de María de la Encarnación Fernández de Córdoba y Carondelet, duquesa de Bailén
Dinamarca
Príncipe Christian
Pedro Díez de Rivera y Muro, conde de Almodóvar
Gran Bretaña
Príncipe Arturo, duque de Connaught
Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, duque de Alba
Coronel Luis Fernández de Córdoba y Remón Zarco del Valle, marqués de Mendigorría
Grecia
Príncipe Nicolás
Mariano de Silva-Bazán y Carvajal-Vargas, marqués de Santa Cruz
Italia
Príncipe Tomás Alberto, duque de Génova
Juan Manuel Mitjans y Manzanedo, duque de Santoña
Mónaco
Príncipe heredero Luis
Sin Grande de España asignado
Capitán Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo y Samaniego, marqués de Martorell
Portugal
Infante Alfonso, duque de Oporto
Francisco de Asís Ruiz de Arana y Osorio de Moscoso, marqués de Velada
Rusia
Gran Duque Vladimir
Pedro Caro y Széchényi, marqués de la Romana
Teniente Coronel Antonio Sarri y Oller, marqués de San Félix
Siam
Príncipe heredero Maha Vajiravudh
Cristóbal García de Loygorri y Murrieta, vizconde de la Vega
Teniente Coronel Juan Ximénez de Sandoval y Saavedra, marqués de la Rivera
Suecia y Noruega
Príncipe Eugenio, duque de Nericia
Francisco de Asís Arias Dávila y Matheu, esposo de María de la Natividad Quindós y Villaroel, duquesa de la Conquista
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El Duque de Nericia dirigiéndose al Congreso (Foto Antonio Cánovas) |
Por su pertenencia a las instituciones del Estado y a la Real Casa acudieron a la proclamación los siguientes aristócratas:
Gobierno
Juan Manuel Sánchez y Gutiérrez de Castro, ministro de Estado y esposo de Genoveva de Hoces y Fernández de Córdoba, duquesa de Almodóvar del Río.
Teniente General Valeriano Weyler y Nicolau, marqués de Tenerife
Cristóbal Colón de la Cerda y Gante, duque de Veragua y ministro de Marina
Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones y ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes
Congreso de los Diputados
Antonio Aguilar y Correa, marqués de la Vega de Armijo y presidente del Congreso
Real Casa
Carlos Martínez de Irujo y del Alcázar, duque de Sotomayor y Mayordomo Mayor y Guardasellos de los Reyes
Manuel Felipe Falcó y Osorio, marqués de la Mina y Caballerizo y Montero Mayor de los Reyes
María Antonia Fernández de Córdoba Alagón y Bernaldo de Quirós, condesa de Sástago y Camarera Mayor de Palacio
Teniente General Juan Pacheco y Rodrigo, Comandante General de Alabarderos y esposo de Luisa de Salamanca y Negrete, marquesa de Pacheco
Narciso García Loygorri y Rizo, duque de Vistahermosa, Caballerizo y Montero Mayor de los Príncipes de Asturias
Casilda Salabert y Arteaga, Camarera Mayor de los Príncipes de Asturias y esposa de Mariano Fernández de Henestrosa y Ortiz de Mioño, duque de Santo Mauro
María Luisa de Carvajal y Dávalos, duquesa de San Carlos y aya de la infanta María Teresa
María del Carmen Fernández de Córdoba y Álvarez de las Asturias Bohorques, condesa viuda de Toreno y jefa del Cuarto de la infanta Isabel
Cecilia Ruiz del Arco y de la Hoz, marquesa de Arcohermoso y dama particular de la infanta Eulalia
Otras instituciones
Mariano Remón Zarco del Valle y Balez, marqués del Zarco y Primer Introductor de Embajadores
Luis de Silva y Fernández de Córdova, conde de Pie de Concha y Segundo Introductor de Embajadores
No fueron los anteriormente nombrados los únicos miembros de la nobleza presentes en la ceremonia de jura del nuevo rey, puesto que una porción muy significativa de los senadores que en 1902 formaban la Cámara Alta poseían un título (la Constitución de 1876 establecía que los Grandes de España con una renta anual mayor de 60.000 pesetas eran senadores por derecho propio).
Fueron precisamente diputados y senadores los primeros en ocupar sus puestos en el salón de plenos aquella jornada. Media hora antes del inicio de la ceremonia hacían su entrada los príncipes venidos del extranjero, seguidos de los Grandes de España a su servicio.
A las 13:40 el Marqués de la Vega de Armijo, de frac y con banda de Carlos III, declaraba abierta la sesión. Pasadas las 14:20 hacían su entrada el Rey y la Regente, siendo aclamados por los allí presentes durante varios minutos.
A continuación fueron los secretarios del Congreso, Tristán Álvarez de Toledo y Gutiérrez de la Concha, duque de Bivona, y Álvaro Queipo de Llano y Fernández de Córdoba, conde de Toreno, los encargados de abrir ante Alfonso XIII los Evangelios y la fórmula de jura.
Tomó entonces la palabra el Marqués de la Vega de Armijo, pronunciando las siguientes palabras: “Señor: Las Cortes convocadas por vuestra augusta madre están reunidas para recibir a Vuestra Majestad el juramento que, con arreglo al artículo 40 de la Constitución del Estado, viene a prestar de guardar la Constitución y las leyes”.
A lo que Alfonso XIII respondió: “Juro por Dios, sobre los Santos Evangelios, guardar la Constitución y las leyes. Si así lo hiciere, Dios me lo premie, y si no, me lo demande”. Contestó entonces el Marqués de la Vega de Armijo: “Las Cortes acaban de recibir el juramento que Vuestra Majestad ha prestado de guardar la Constitución y las leyes”. Explotó de nuevo el público asistente en vivas al monarca. Concluyó de esta manera el acto de jura del rey Alfonso XIII, dirigiéndose la concurrencia al templo de San Francisco el Grande para asistir al tedeum oficiado por el cardenal Sancha, primado de España. Durante esta ceremonia los Grandes de España se situaron en la escalinata del altar mayor.
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Momento en el que Alfonso XIII jura la Constitución (Foto Blanco y Negro) |
En la comitiva regia formada a la salida del Congreso nuevamente la Grandeza de España tuvo una marcada relevancia, formando parte del cortejo real catorce carruajes pertenecientes a familias de la aristocracia. Colocadas por orden alfabético según la casa nobiliaria a la que pertenecían, desfilaron la carroza de los duques de Alba, de color amarillo, seguida de la de los duques de Aliaga, amarilla y roja; duques de Bailén, azul y roja; duques de la Conquista, también de azul y rojo; duques de Fernán-Núñez, en verde; condes de Heredia-Spínola, en marrón y rojo; duques de Medinaceli, amarilla; marqueses de Miraflores, de marrón; duques de Santoña, en amarillo; duques de Sotomayor, decorada de azul y rojo; duques de Tamames, verde y rojo; marqueses de Tovar, azul; duques de Valencia, del mismo color que el coche anterior; duques de Villahermosa, azul y rojo; y duques del Infantado.
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Las carrozas de los Grandes de España saliendo del Palacio Real (Foto Antonio Cánovas) |
En uno de los periódicos de la época pudo leerse: “El lujo desplegado por la Grandeza ha sido en esta ocasión superior a todo elogio y la elegancia y suntuosidad de los trajes y joyas que lucían las ilustres damas dignas de minuciosa descripción”.
De la ceremonia del jueves no podría destacarse precisamente ni el lujo ni la suntuosidad que caracterizaron a la de 1902. Asimismo, el nulo papel que la aristocracia como grupo ha jugado en 2014 (más allá de unos pocos titulados que, quitando al Duque de Híjar, estuvieron presentes por motivos distintos a ostentar un determinado título nobiliario) es una representativa muestra de los cambios que ha experimentado España en estos 112 años y, más concretamente, de la transformación que ha vivido la nobleza, despojada de todo privilegio.