domingo, 25 de agosto de 2013

Obituario: Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, XVIII Duquesa de Medinaceli (1917-2013)

En la tarde del pasado domingo 18 de agosto, hace ya una semana, falleció en su residencia sevillana a los 96 años de edad Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, XVIII Duquesa de Medinaceli, junto con medio centenar más de títulos, once veces Grande de España y cabeza de la más importante familia de la nobleza española por ser la descendiente primogénita de Alfonso X el Sabio y, por tanto, de los reyes de Castilla (lo cual le otorga a la Casa de Medinaceli el privilegio de denominarse Real y Ducal).

La XVIII Duquesa de Medinaceli representaba sin duda un puente entre el pasado y el presente. Nació el 16 de abril de 1917, cuando todavía los Hohenzollern reinaban en Alemania y los Habsburgo-Lorena en Austria-Hungría. Hija de Luis Jesús Fernández de Córdoba y Salabert, XVII Duque de Medinaceli, y Ana María Fernández de Henestrosa y Gayoso de los Cobos, se crió, junto a su hermana pequeña María de la Paz, futura duquesa de Lerma, como una auténtica princesa gracias a la colosal fortuna de su padre, considerado el aristócrata más rico de España y apodado como el rey de Andalucía (a la llegada de la II República era el primer terrateniente de España con 80.000 hectáreas en fincas repartidas por todo el territorio nacional). El palacio familiar situado en la Plaza de Colón era el más elegante y opulento de la capital, sólo superado por el Palacio Real, y en las fincas de los Medinaceli era habitual que se contara con la presencia de la Familia Real en cada cacería que se organizaba (como anécdota, diré que Alfonso XIII aprendió a montar a caballo junto al XVII Duque de Medinaceli).

La XVIII Duquesa por Sotomayor (Foto Fundación Casa Ducal de Medinaceli)

Esta entrañable amistad que unía desde hacía siglos a su linaje con los reyes de España hizo posible que la XVIII Duquesa fuera bautizada en el Palacio Real, siendo sus padrinos los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia (de la que recibió el nombre). La relación de fidelidad y cariño mutuo entre ambas familias las conduciría al exilio cuando, el 14 de abril de 1931, era proclamada la república. La Duquesa de Medinaceli fue testigo de excepción de este acontecimiento, acompañando, junto con su abuela, su madre y su hermana, a la reina Victoria Eugenia en el tren que la sacó de España rumbo a Francia. Mientras tanto, su padre permaneció al lado de su gran amigo, el rey Alfonso XIII, en su camino al destierro.

Bautizo de la hija del XVII Duque de Medinaceli (a la derecha) en el Palacio Real (Foto Mundo Gráfico)

Fueron años difíciles para la familia ducal los que siguieron a la caída de la Monarquía: en ese mismo año 1931 falleció Carlos María Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas, duque de Denia y Tarifa, tío-abuelo de Victoria Eugenia. En 1936, al drama del inicio de la Guerra Civil se unió el del fusilamiento de Fernando María Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas, duque de Lerma y también tío-abuelo de la Duquesa de Medinaceli, y el de la muerte de Casilda Remigia de Salabert y Arteaga, abuela paterna de la protagonista de esta entrada, la cual murió con la pena de no haber podido nunca regresar a España.

En 1937, ante el avance de las tropas nacionales, los Medinaceli decidieron trasladarse a Sevilla, donde poseían la magnífica Casa de Pilatos, lugar en el que recientemente ha fallecido la Duquesa. Por aquel tiempo conoció a Rafael Medina y Villalonga, hijo de los Marqueses de Esquivel, con el que no tardó en comprometerse. La alegría por el próximo matrimonio se vio enturbiada por la muerte de la madre de la novia pocos meses antes del enlace a causa de un cáncer. Las circunstancias obligaron, tristemente, a que la heredera de la Casa de Medinaceli tuviera que casarse enlutada.

La primera de los hijos de la pareja fue Ana, condesa de Ofalia y marquesa de Navahermosa (1940), seguida de Luis, duque de Santisteban del Puerto y marqués de Cogolludo (1941), Rafael, duque de Feria y marqués de Villalba (1942), e Ignacio, duque de Segorbe y conde de Moriana del Río (1947). Mientras la familia crecía, el padre de Victoria Eugenia contrajo segundas nupcias con una dama, María Concepción Rey de Pablo Blanco, que no se ajustaba a los cánones establecidos para la esposa de un duque, y mucho menos si ese duque era el de Medinaceli. Fruto de esta unión nació una hija, Casilda Fernández de Córdoba Rey, que recibió el Ducado de Cardona por parte de su padre.

La Duquesa de Medinaceli con sus tres hijos mayores (Foto Ricardo Mateos Sáinz de Medrano)

La situación creada con el segundo matrimonio del XVII Duque de Medinaceli terminó por estallar al morir éste y procederse a la lectura de su testamento: el grueso de las propiedades familiares quedaban para la segunda esposa y la hija de ambos, dejando a Victoria Eugenia y a su hermana María de la Paz la legítima únicamente. 

Esta decisión del Duque afectaría profundamente a la Casa, haciendo que el gran patrimonio acumulado durante siglos por los sucesivos duques saliera de la rama principal, dejando prácticamente sin recursos a la heredera de los títulos. Numerosas propiedades y obras de arte (entre ellas diversos cuadros firmados por Pieter Brueghel el ViejoPantoja de la Cruz, Lucas Jordán y Goya) pasaron a la madrastra y la medio-hermana de la XVIII Duquesa de Medinaceli. Muchos años más tarde, al ser entrevistada por José Miguel Carrillo de Albornoz y Muñoz de San Pedro, vizconde de Torre Hidalgo, mientras escribía su libro Duquesas: Un póker de damas en el siglo XX (La Esfera de los Libros), Victoria Eugenia recalcó que todo aquello estaba “olvidado y perdonado” y que su sobrina, la actual Duquesa de Cardona, no tenía culpa ninguna de lo que había sucedido años atrás. Su nieto Pablo de Hohenlohe-Langenburg y Medina aseguró al autor que su abuela jamás se lamentó por la pérdida de la inmensa fortuna del XVII Duque, que por tradición debería haberle correspondido a ella por ser la mayor de las tres hermanas y sucesora en el grueso de los títulos familiares.

Gracias a la desahogada posición económica de su marido, alcalde de Sevilla entre 1943 y 1947 y exitoso industrial, la XVIII Duquesa pudo sacar adelante el, a pesar de todo, ingente patrimonio heredado. Asimismo, también se dedicó a la realización de importantes obras sociales, especialmente relacionadas con la educación y la atención sanitaria a los más necesitados.

Rafael Medina y Villalonga con uniforme de Maestrante (Foto Fundación Casa Ducal de Medinaceli)

Con este objetivo durante años fue celebrada la Fiesta de la Primavera en la Casa de Pilatos. En ella se ponían de largo las hijas de las grandes familias europeas y americanas a cambio de una cantidad de dinero que iba destinada a la Cruz Roja. Por allí desfiló desde la realeza internacional (los príncipes Franz Josef y Gina de Liechtenstein, Rainiero y Gracia de Mónaco, Mulley Abdullah de Marruecos, Esperanza de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, la Begum Yvette), hasta lo más granado de  Hollywood (Orson Welles, Audrey Hepburn), pasando por los principales títulos de España (los Duques de Alba, Alburquerque y Arión, por nombrar sólo a unos pocos) y las más importates figuras del folclore nacional (como Lola Flores). Esta labor le valió que en 1963 la Cruz Roja le concediera a la Duquesa la Medalla de Oro en agradecimiento a sus significativas aportaciones.

La XVIII Duquesa con el príncipe Franz Josef de Liechtenstein durante la Fiesta de la Primavera celebrada en 1965. Detrás, la princesa Gina con el Duque (Foto ABC)

Fue precisamente durante la década de los 60 cuando en la familia se empezó a tantear la posibilidad de crear una fundación que evitara futuras dispersiones y que se pudiera repetir la situación creada con el testamento del XVII Duque. En 1978 se constituyó la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, aprobada finalmente por el Ministerio en 1980, en la que la Duquesa de Lerma depositó diversas obras de arte que le habían correspondido en la testamentaría de su padre. La creación de esta institución fue un enorme acto de generosidad por parte de la Duquesa y sus hijos, ya que con ella renunciaban a la propiedad de un valiosísimo patrimonio que nunca podrían recuperar bajo ninguna circunstancia.

Dese entonces, la Fundación se ha encargado de conservar y aumentar en la medida de sus posibilidades las colecciones familiares, poniéndolas a disposición de todos aquellos interesados en conocerlas y estudiarlas. Mención aparte merece la apertura a los investigadores del importantísimo archivo familiar, uno de los más importantes de España y de Europa conservados en manos privadas.

La Duquesa de Medinaceli en la Casa de Pilatos, uno de los principales monumentos que forman parte de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli (Foto Paris Match)

Los años 90 trajeron nuevas desdichas en la vida de la XVIII Duquesa, que prácticamente la acompañaron hasta el final de sus días. En 1992 falleció el marido de Victoria Eugenia a los 87 años de edad. Pocos años más tarde comenzaron los escándalos judiciales protagonizados por el tercero de sus vástagos, Rafael, los cuales generaron un gran disgusto en ella. En 1996, poco después de contraer matrimonio con la alemana Sandra Schmidt-Polex, su nieto Marco de Hohenlohe-Langenburg y Medina sufrió un fatal accidente de moto que le dejó importantes secuelas. El siglo finalizó con la muerte de su hermana María de la Paz, duquesa de Lerma, y de su medio-hermana Casilda, duquesa de Cardona, ambas en 1998. El comienzo de siglo no fue mejor, ya que en 2001 murió su hijo Rafael, duque de Feria. No fue ésta la última puñalada del destino que iba a recibir Victoria Eugenia: si perder a un hijo es el dolor más grande que puede experimentar una madre, la Duquesa de Medinaceli tuvo que vivir esta experiencia multiplicada por tres. En apenas un año vio cómo el cáncer le arrebató a sus dos hijos mayores. En 2011 murió Luis, duque de Santisteban del Puerto, y en 2012 falleció la primogénita, Ana, condesa de Ofalia.

El Duque de Santisteban del Puerto con su esposa en 1991 (Foto ¡HOLA!)

Únicamente su honda y sólida fe católica pudo ayudarle a superar todas estas difíciles pruebas, a las que se unía su propia enfermedad, la cual fue desgastándola poco a poco, aunque, para bien o para mal, mantuvo sus facultades mentales hasta el final, siendo consciente de lo que ocurría a su alrededor.

A pesar de que su salud había empeorado en los últimos tiempos, la muerte de la Duquesa de Medinaceli no ha sido por ello menos luctuosa. Con ella, última representante de una generación ya extinguida, se cierra una página. Fue una dignísima duquesa de Medinaceli que supo hacer frente a sus obligaciones y honrar a sus antepasados, superando las grandes dificultades con las que se encontró a lo largo del camino.

Muchos son, especialmente en Sevilla, los que están en deuda con ella. Ya sean los niños que recibieron una educación en el colegio instalado en la Casa de Pilatos, los enfermos que pudieron ser atendidos en las instalaciones de la Cruz Roja mantenidas gracias a los donativos obtenidos por la Duquesa, los historiadores que han podido acceder sin limitación alguna a los archivos de la Casa o los miles de visitantes que han disfrutado de las ricas colecciones familiares, abiertas al público durante todo el año.

Pese a que nunca deseó figurar en los medios (hasta en el momento de irse parece que ha querido hacerlo de la manera más discreta, en agosto, cuando las redacciones están bajo mínimos y la gente desconectada de la actualidad informativa), su legado quedará como testimonio de una vida consagrada al servicio de la más importante casa nobiliaria de España.

Descanse en paz esta ilustre dama, cuya grandeza iba más allá de la de los títulos que poseía. Sin duda alguna, una noble y aristócrata en el más estricto sentido de la palabra.

El pendón de los Medinaceli ondea a media asta luciendo crespón negro 
(Foto GTRESONLINE)

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias, Arturo, es todo un honor viniendo de ti.

      Saludos!

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  2. Uma lastima nao ter podido conhecer pessoalmente a DUQUESA DE MEDINACELI Bruno Seabra SALVADOR BAHIA BRASIL

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  3. Uma lastima nao ter podido conhecer pessoalmente a DUQUESA DE MEDINACELI Bruno Seabra SALVADOR BAHIA BRASIL

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