Es la última hora de la tarde del domingo 18 de agosto. Desde la ventana que hay junto a mi escritorio, puedo contemplar cómo los pocos vecinos que han quedado en el barrio comienzan a salir a la calle. Llevan todo el día enclaustrados, para protegerse de un terrible calor que, según el transistor que me hace compañía mientras trabajo, ha superado los 42 grados. El piso hace esquina y, desde mi despacho, veo cómo el paseo que hay en una de las avenidas se va llenando poco a poco de abuelos, matrimonios con niños pequeños, parejas de novios... En el fondo de éste, hay una espléndida vista en la que se aprecia la silueta del casco antiguo de Córdoba, con un bonito efecto de luz rojiza provocado por la caída del sol. En la avenida tangente, algunos hacen “footing” hacia el parque, mientras les persiguen o adelantan sus juguetones y nerviosos perros... ¡Tengo que volver al trabajo! Giro la cabeza hacia el ordenador y continúo con la ardua labor que tanto tiempo me lleva ocupado últimamente: Numen tiene que hacer grandes cambios en su web. La que tenemos se ha quedado anticuada para la siempre cambiante informática. Al principio se me hizo una montaña, todo el trabajo realizado durante diez años había que pasarlo manualmente desde la antigua a la nueva, incluyendo todos mis reportajes.
El artículo íntegro en este enlace:
Esta vez es Manolo Gómez, integrante del equipo de la revista Numen, quien rinde homenaje a la Duquesa de Medinaceli relatando el encuentro que se produjo entre ambos durante la III Asamblea Familiar de los Fernández de Córdoba/va. De nuevo sale a relucir la gran personalidad de esta excepcional mujer, que se materializaba tanto en sus grandes obras culturales y sociales como en los pequeños gestos cotidianos.
Gran suerte, sin duda, la de aquellos que tuvieron el privilegio de poder conocerla personalmente, como demuestran los gratos e imborrables recuerdos que ha dejado en quienes la trataron.
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