Con este tercer artículo referente a las posiciones dentro del escudo y los colores que se utilizaban en su elaboración finaliza la serie que Lucas Montojo escribió acerca del blasón y que amablemente cedió al blog para su publicación, lo cual le agradezco enormemente. Esperemos que esta sea la primera de muchas más colaboraciones, ¡gracias de nuevo!:
En dos breves artículos he traído a este blog una descripción de los orígenes de la ciencia heroica y de las principales características de los blasones, con el fin de acercar al lector esta ciencia tan denostada hoy en muchos círculos. Para concluir, termino hoy con la posición de las figuras, los colores y los esmaltes que componen los escudos.
Se llaman posiciones a los diferentes puestos que deben ocupar las figuras en el campo. Las posiciones son nueve y tienen por sí mismas una significación marcada: se compara el escudo con la fisionomía de un hombre y las diferentes figuras son la representación de sus calidades y características. En este punto estriba la ciencia del blasón.
La parte superior del escudo se llama jefe y representa la cabeza. Esta franja superior se subdividen a su vez en tres: cantón diestro del jefe, centro del jefe y cantón siniestro del jefe. Debajo del jefe encontramos el punto de honor, que representa el cuello del hombre, tras el cual se encuentra el centro del escudo, que representa el corazón y bajo el que se sitúa el ombligo. Por último, en la franja inferior del escudo, se identifican tres posiciones llamadas punta -en el centro-, cantón diestro y cantón siniestro, que representan las piernas del hombre y el suelo. Por medio de estas nueve posiciones, se puede siempre determinar con exactitud el lugar que las figuras o atributos deben ocupar en el campo del escudo.
Antes de describir los esmaltes, habría que afirmar que los colores del escudo han ido recibiendo a lo largo de la historia diferentes denominaciones, pero fueron los heraldos y reyes de armas los primeros en sentar las máximas y reglas de la ciencia heráldica y comenzaron a dar nombres particulares a los colores. Al amarillo le llamaron oro, al blanco plata, al rojo gules, al azul azur, al negro sable, al verde sinople y al violeta púrpura; términos de origen francés que han quedado en el blasón. Pasa por ley inviolable en España, Francia, Alemania y otras partes del mundo referirse a los metales oro y plata, quedando así reducidos los colores a cinco -a los que los ingleses añaden tres más, el leonado, anaranjado y sanguíneo- y que en heráldica reciben el nombre genérico de esmaltes.
Refiriéndonos a los metales, el oro, que generalmente se señala en heráldica con color amarillo, se caracteriza en el grabado con pequeños puntos negros. La plata, en cambio, se representa en heráldica con el color blanco y en grabado se representa dejando el espacio sin señal alguna. Volviendo a los colores, gules se simboliza con líneas verticales, el azur con líneas horizontales, mientras que el sinople –el menos usado- se representa con líneas diagonales que vienen del ángulo diestro del jefe al siniestro de la punta. El púrpura es dibujado con líneas diagonales de lo alto del jefe al lado diestro bajo de la punta.
En los colores deben observarse siempre las reglas de no colocar metal sobre metal y color sobre color, de lo contrario se infringirá una norma que sólo permite una excepción, la heráldica pontificia.
En síntesis, a través de estos artículos, he querido acercar al lector el noble arte del blasón, tan desconocido hoy por muchos de los investigadores y de quienes se dedican a la historia, y relegado, casi siempre, a ser considerado una mera ciencia auxiliar de ésta junto con la sigilografía, la vexilología y la diplomática. Ojalá haya cumplido mi propósito y los lectores comprendan mejor el significado de los escudos que aparecen en tantos lugares y que adornan las vidas y los hechos de tantas personas, ausentes y presentes, y que han sido timbre de honor y de gloria de muchas familias y de beneméritas y nobles instituciones.